Un joven mago 🎩con muchos trucos por aprender 🃏. Sin embargo, ¿qué pasaría si descubre que la magia realmente existe...🙌💫?
¿Cómo lo ha hecho?
Eso fue lo que pensó el joven mago Magicnanu
cuando vio que su mago predilecto, aquel que había seguido de cerca todos esos
años, sacaba de su chistera un teclado.
¿Cómo lo ha hecho?
Oyó un coro de aplausos y ovaciones, pero el mago
seguía sacando una cantidad artilugios que bien podrían llenar una mesa.
Agarró con fuerza la baraja de cartas que siempre
lo acompañaba, que tantos trucos había practicado con ella y tantas sonrisas
había hecho aparecer en los rostros de su pequeño público.
Llevaba toda su vida asombrado por la magia.
Adoraba ver cómo el mago realizaba trucos que
eran, a primera vista, lógicamente imposibles. Y le encantaba ver cómo un niño,
al presenciar dichos trucos, podía pasar de estar triste a sonreír de oreja a
oreja. Adoraba esa sensación de bienestar y felicidad que la magia provocaba a
los demás. Por eso no dudó en practicar y practicar para poder ser como su mago
favorito.
Sin embargo, él sabía que la magia que él
realizaba estaba fuera de su alcance. Diversas veces había intentado
encontrarle el truco a los espectáculos que él realizaba y eran físicamente
imposibles de realizar. Más de una vez había intentado esconder un teclado
debajo de su ropa para sacarlo por la chistera, pero… ¡no le salía!
Así que, ¿cómo lo hacía?
Cuando el espectáculo terminó, fue decidido a
buscar al mago. Tuvo que hacer una larga cola para esperar su turno mientras el
público lo felicitaba y se hacían fotos con él.
Veinte minutos más tarde se vio cara a cara con el
hombre que idolatraba. Aquel cincuentón que llevaba por lo menos más de media
vida alegrando la vida a la gente con sus trucos. Aquel hombre que, a
diferencia de otros, no se lucraba con eso, ya que realizaba espectáculos de
magia hasta en las calles para que fuera accesible para todos.
Sin duda era su héroe.
̶ Quiero que me enseñe a hacer lo que usted hace.
Yo también quiero ser un mago como usted.
El hombre se quedó mirando al joven, a sus ojos
ilusionados y le sonrió.
̶ ¿Sabes hacer magia?
El joven asintió y le enseñó la baraja.
El mago abrió mucho los ojos. Hizo un gesto a su
público para decir que se iba y señaló al joven que lo acompañara detrás del
escenario, donde podían tener más intimidad mientras los encargados del lugar
despedían a la gente.
El mago se sentó en el suelo e invitó con la mano
a que el joven le realizara sus trucos.
El chico se sintió levemente avergonzado, pues
sabía que el hombre reconocería todos sus trucos de inmediato, pues los había
aprendido de memoria. Sin embargo, se envalentonó por ver a su mago favorito
ante él.
̶ ¡Sea
bienvenido al espectáculo del gran Magicnanu!
Le realizó
todo tipo de trucos con las cartas. Que si la carta desaparecía en su mano y
aparecía dentro de su bolsillo, que si convertía la carta en una moneda. El
mago disfrutó de todos y cada uno de los trucos como si no los hubiera visto
nunca antes. Finalmente aplaudió.
̶ Joven, tú
ya sabes hacer magia. ¿Qué es lo que quieres de mí, entonces?
El joven se
sentó frente a él y le señaló.
̶ Quiero
aprender a hacer los trucos que usted hace. ¿Cómo se saca el teclado de la
chistera? ¿Y la bolsa de galletas? ¿Y qué me dice del perrito que tenía la pata
rota, lo metió en su chistera y lo sacó curado?
El mago lo
miró con dulzura.
̶ Eso no
son trucos, joven. Eso es magia. Auténtica magia.
El joven lo
miró sin entender. El mago cogió su chistera, metió la mano y de ella sacó una
paloma. Una paloma que extendió las alas, levantó las patas… y se convirtió en
un ser medio paloma, medio…¿persona? El chico abrió mucho los ojos, sin
entender lo que estaba viendo.
̶ La magia
existe, fluye dentro de nosotros. Y cuando queremos que la magia nos ayude, la
llamamos. Yo la llamé y me entregó a esta criatura, que es la responsable de
hacer fluir la magia que quiero que la gente presencie y disfrute.
El chico lo
miró, aun sin entender. El mago volvió a esconder la paloma antropomórfica
dentro de su chistera, cogió la baraja de cartas del joven y le dijo,
rápidamente, los pasos que debía seguir para llamar a su magia. Era como
hacerse un truco a sí mismo.
El joven
cogió de nuevo su baraja y repitió todos los pasos que le había dicho el mago. De
pronto… todo se oscureció…
Se vio
flotando en el cielo, rodeado de estrellas. Esas estrellas empezaron a moverse,
se acercaron unas a otras hasta juntarse y crear una silueta. “¡Un conejo!”,
pensó al reconocerlo. La silueta animal tomó forma corpórea. Era un conejo
blanco, pequeño, que fácilmente podría caber en la palma de su mano. De pronto,
lo miró a sus ojos rojos y se vio a sí mismo, sobre un escenario haciendo la
magia que nunca creyó posible.
̶ ¡El gran
mago Magicnanu les va a enseñar su último gran truco de magia!
El aludido,
un hombre sonriente y orgulloso de lo que había conseguido, empezó a girar
sobre sí mismo rápidamente. Por cada vuelta que daba, se le veía vestido con
una ropa diferente: esmoquin, camisa playera y bañador, incluso ¡falda escocesa!
Su público
reía a carcajadas y aplaudía. No imaginaban que, dentro del sombrero de copa
que vestía el mago, se escondía un pequeño conejo que vibraba con cada truco de
magia que el hombre deseaba transmitir a su público, haciéndola realidad sin apenas
esfuerzo.
Sin
embargo, pese a que podía controlar y dominar la magia que él quería hacer, el
verdadero truco de magia no era ese.
Sin duda,
su mayor truco era hacer feliz a su público.
El
espectáculo terminó y vio cómo un niño con una baraja de cartas se acercaba a
él. Sonrió al reconocerse a sí mismo, años atrás, cuando oyó que dijo:
̶ Quiero
que me enseñe a hacer lo que usted hace. Yo también quiero ser un mago como
usted.
FIN
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