viernes, 11 de octubre de 2019

RELATO: Me atrevo


Un chico enamorado😍 de una bailarina💃 desde hace años, sin ser capaz de hablar con ella. Una historia de amor💏 dónde el atrevimiento marca un inicio y un final.

Estoy enamorado de ella.
Terrible y obsesionadamente enamorado.
A veces voy a observarla, durante sus ensayos privados o estancias en su casa. Es preciosa. Sus delicados pasos hacen que toda su figura parezca hecha de un material frágil, pero que por sí sola sabe mantenerse y hacer cosas maravillosas.
Siempre me fijo en su rostro. Tiene los ojos cerrados cuando baila, pero una o dos veces he logrado distinguir un color azul claro como el cielo que me ha encantado. Tiene la piel pálida, lo que refuerza el color rosado de sus mejillas cada vez que se esfuerza en un movimiento complicado. Pero sus labios... ¡Oh, sus labios! Son carnosos, están cuidados y siempre tienen un ligero tono rojizo.
Quiero besarla. Tumbarla en la cama y hacerle el amor, para luego apoyar su cabeza en mi pecho y con una mano acariciarle el sedoso y ondulado pelo negro mientras le digo palabras bonitas. Cuando me lo imagino no puedo evitar temblar.
Me acuerdo de la primera vez que la vi. Mis padres me invitaron a una representación suya, donde varias bailarinas bailaban música actual interpretada por una orquestra. Ella era la solista. Cuidaba de todos y cada uno de los pasos, sonreía a cada giro y con la mirada recogía y agradecía los aplausos del público. Cuando terminó su solo, me noté a mí mismo completamente nervioso, con los puños cerrados. Sabía lo que significaba.
Me había encantado.
Entonces me levanté y salí de allí. No quería ver nada más si ella no estaba presente.
Otro día me la encontré mientras paseaba por el parque. Se me cayó el móvil por los nervios y me quedé perplejo viendo cómo ella reía y se agachaba para cogérmelo. En cuanto me lo tendió en la mano, noté el contacto de su piel. Suave y delicada, como la de una reina. No dijo nada. Ni yo. Nos limitamos a sonreírnos y a seguir con nuestros caminos.
Desde entonces no la he olvidado.
Tiene una casa en la playa, cerca de donde vivo yo. No es más que una cabaña situada en la orilla, a diez metros de la arena. Sé que vive allí. Ella no sabe que la espío.
Me escondo tras unos arbustos y miro su delicada y bonita coreografía bailada sobre sus puntas, con unas zapatillas de balet blanquísimas. Me encanta cómo se mueve. La quiero. La deseo.
Más de una vez he podido notar mi erección debido a mis fantasías pasionales y sexuales.
Esta vez estoy tras un árbol de su extenso jardín, a cien metros de su casa. Está bailando en el salón, cuya puerta corredera está completamente abierta, dejando ver a cualquiera su delicada danza.
Estoy decidido a hablarle.
¿Me atrevo?
¿No me atrevo?
Entonces ocurre algo.
Me suena el móvil dejando oír la típica melodía del tono, y ella se detiene. Salgo de detrás del árbol.
Me mira.
Le miro.
Ladea un poco la cabeza y sonríe amablemente.
Sí, me atrevo.

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