<<Ya casi está. Unos retoques
más y estará listo>>.
Estoy oyendo voces. Mis oídos funcionan.
<<¿Sabrán quién es?>>.
<<No si lo hacemos bien esta
vez>>.
Cuando abro los ojos, me fijo en el
blanco reluciente de las paredes, en cómo brillan los distintos aparatos
cableados que se apartan de mí para dejar paso a dos caras que se acercan
lentamente, para comprobar mi estado.
̶ ¿Sabes quién eres?
Sé quién soy, pero no sé quiénes son
ellos.
̶ Me llamo Tara.
Los dos hombres se miran el uno al
otro.
̶ Me temo que eso ha cambiado… ̶ dice uno de ellos mientras me acerca un espejo.
Lo que veo reflejado allí me deja sin
aliento. El cráneo metálico da a entender que mi pelo sintético ha desaparecido,
pero aquella cara… Todas mis facciones, ¿dónde están? Mis grandes ojos, las
pestañas oscuras, los labios finos, aquella nariz tan popular entre las de mi
clase… ya no están. Ahora, lo que más destaca es la frente ancha, los pómulos
marcados y aquella perilla tan masculina…, que sin embargo me gusta.
Miro a los dos hombres.
̶ ¿Qué es esto? ¿Por qué tengo cara
de hombre?
Uno de ellos se adelanta.
̶ Es una medida urgente, Tara.
¿Recuerdas lo último que te pasó? Iban a destruirte. Posees una información de
vital importancia para derrocar este régimen. Ellos lo sabían y fueron a
buscarte para destruirte ̶ señala a su compañero ̶ . Andrew te encontró. Bueno, encontró tu anterior
cuerpo. Extrajo la base de datos y la introdujo en este nuevo cuerpo. Hemos
cambiado el sexo para que crean que Tara ya no existe. Pero sí existe, y está
aquí ̶ señala mi frente ̶ . Por seguridad,
deberías cambiarte de nombre. La identificación de tu clase es M-864.
Me incorporo en aquella especie de camilla. Observo todo mi cuerpo. Mis
brazos relucen. Aun no llevo piel sintética. Soy un androide recién construido,
pero con una memoria que ya existía.
Pongo en marcha esa memoria. Recuerdo los hombres de negro. Irrumpieron en
la casa que tengo asignada y me llevaron a rastras hasta un lugar oscuro. El
jefe, al que los humanos llaman El Supremo, conectó una pantalla a mi base de
datos para observar aquellas imágenes que constituían la “información de vital
importancia para derrocar este régimen”. Un chasquido de dedos del jefe bastó para
que me llevaran de nuevo a un basurero. Ni siquiera pensaron en reprogramarme,
era un enemigo. Recuerdo que me colocaron bajo la apisonadora, y luego tiraron
mi cuerpo junto al resto de basura. Debí desconectarme entonces, porque ya no
recuerdo nada más.
̶ Max ̶ digo de pronto ̶ . Mi humano
se llamaba Max. Quiero llevar su nombre.
Poco después, un extraño entra en la habitación. Parece contento de verme.
̶ ¡Ha funcionado! ¿Lo recuerda todo?
Andrew asiente, satisfecho por su trabajo de reconstrucción. El extraño
aplaude.
̶ Bien, entonces revisemos esa memoria. Tenemos un nuevo golpe que
preparar.
Frunzo el ceño.
̶ ¿Nuevo? ¿Ha habido ya un golpe?
Los tres hombres asienten.
̶ Hubo un grupo de insurgentes que se rebelaron cuando te cogieron. Pero
los mataron a todos. Ellos no tenían esos datos que nosotros sí. Y atacaremos
al régimen en su punto débil ̶ el extraño
me mira, esperando que continúe su frase, pero no puedo ̶ . ¿Seguro que
recuerdas esa información?
Andrew conectó una pantalla a mi base de datos y esperó hasta que las
distintas imágenes mostraron lo que los tres hombres querían ver. El jefe, en
uno de sus discursos, soltó una llamarada y los hombres de negro se lo
llevaron. Tara, la androide sirvienta de Max, el hermano del jefe, observó de
reojo cómo aquellos hombres sentaban al jefe en una silla y le enganchaban un
cable a su frente. El jefe se quedó paralizado, automatizado. Fue entonces
cuando Tara entendió que el régimen que había surgido estaba sostenido por un
androide, que a su vez estaba sostenido por una máquina de inteligencia
virtual. La base de datos de Tara registró su último pensamiento antes de que
se la llevaran: “sólo hay que desconectar la máquina para destruir esta
dictadura”.
Los tres hombres apagan la pantalla y se quedan mudos. Empiezan a hablar
entre ellos. Hacen hipótesis, comentan la forma de desconectar dicha máquina.
Luego me miran.
̶ Hemos encontrado un punto de partida para el próximo golpe. ¿Te gustaría
unirte a nosotros, Max?
Sonrío y le doy la mano.
Somos Tara y Max unidos, y lo conseguiremos.
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